Me llamo Francisco Martinez Ros, CEO de la startup valenciana PAVIADO. (Mi perfil en Linkedin)
Si estás leyendo esto, pensarás que «he venido a hablar de mi libro», pero en realidad no va a ser así. Al menos no va a ser así en estos post escritos en primera persona.
Lo cierto es que una vez te planteas que hay que generar contenido y que debe ser interesante para quien lo lee, te surge la duda sobre si el contenido ha de ser puramente informativo o tal vez más subjetivo y personal.
He decidido que sea subjetivo, muy personal y bastante real.
Los últimos 16 años de mi vida profesional los trabajé en aeronáutica como ingeniero de cálculo de estructuras y de soporte a fabricación.
Posiblemente un nicho tan reducido que probablemente todos los profesionales de perfil similar senior de Europa cabríamos en un estadio de fútbol de 2ª B.
Tenía un trabajo cómodo, mi empresa tenía clientes consolidados con relaciones establecidas a largo plazo. Tenía una vida cómoda, la verdad. Había costado llegar a ese nivel, bastante esfuerzo, dedicación, horas y preocupaciones, pero en general, no me podía quejar.
Ese «no me puedo quejar» era la espinita clavada en el fondo de mi cerebro. «NO ME PUEDO QUEJAR».
No me podía quejar en el sentido coloquial, pero también en el sentido literal, porque a uno le atrae sacudir el STATUS QUO de vez en cuando, ver si se puede hacer algo novedoso, algo que pudiera cambiar la forma en la que se hacen las cosas. Pero si trabajas por proyectos, te contratan para hacer un trabajo con un alcance determinado en un plazo determinado, con un presupuesto asignado y unas herramientas muy definidas, no queda mucho margen para cambios que se perciben como riesgos.
Son las normas y yo no las he escrito.
Quien me conoce, dirá «¿qué no se podía quejar? ¡Si no hacía otra cosa!». Cierto. Totalmente cierto. La queja como expresión de frustración, de sentir que la vida se te escapa de las manos y que en realidad no vas a dejar ninguna huella.
¿Dramático? Tal vez. Casi seguro que sí.
Pero tal vez haya quien se sienta familiarizado con la sensación.
¿Qué sientes cuando lees esto?
– Llego a las 08:00 a la oficina
– Reunión de planificación
– Seguimiento tareas
– Café de 11 a 11:30
– Contestar correos
– Terminar presentaciones
– Comemos de 1 a 2
– Lanzar procesos
– Ver resultados
– Hago informes
– A las 5 me voy para casa
Te puedo decir que durante mucho tiempo, más o menos, esa fue mi rutina 5 días por semana y llegó un punto en el que necesitaba cambiar, reinventarme.
Esa necesidad subyacente tuvo que ser pospuesta, problemas familiares que tuvimos que sobrellevar durante bastante tiempo hicieron que me centrara en mi familia, incluso dejando de lado mi anterior trabajo.
¿Poco profesional por mi parte? Puede que sí, pero la familia va a ir siempre lo primero.
Cuando las cosas volvieron a su cauce y nos acostumbrábamos a la nueva realidad, me di cuenta que la empresa seguía funcionando que no había «explotado» nada porque yo no hubiera estado del todo presente. En realidad, por suerte, uno acaba dándose cuenta que uno no solo no es imprescindible, sino que es prescindible.
Era una señal. Si me voy no pasa nada, todo seguirá igual. El buscar mi camino por otra parte, no perjudicará a nadie.
Aquí abro un paréntesis para desarrollar en otro post el período de transición que hay entre dedicarse a la ingeniería aeronáutica y ser el CEO de PAVIADO, que en esencia se trata de un producto de entretenimiento musical (que es mucho más que eso, en esencia y funcionalmente, pero también escribiré más adelante sobre eso).
El título de este post es «LA NECESIDAD SUBYACENTE» algo que cualquier startup debe buscar de forma constante, un proceso de búsqueda constante del problema no resuelto, de la necesidad de mercado que no es evidente, pero existe.
Por una parte, la necesidad subyacente que busca solucionar la startup y por otra parte la necesidad subyacente que tenemos los fundadores de una startup al embarcarnos en esto.
Para mi, la necesidad subyacente era querer crear, transformar el STATUS QUO de alguna manera y en el proceso sentirme satisfecho sabiendo que «creo» realidad, no vivo en la realidad que otros crean.
Antes, mi trabajo de oficina, mi día a día venía marcado por las realidades creadas por otras personas.
Ahora en Paviado, mi trabajo de oficina y mi día a día es una realidad creada por nosotros, con sus limitaciones, preocupaciones, frustraciones, éxitos y errores, altos y bajos, pero es una elección libre.
Mi realidad es mía, mi elección.
Ese es nuestro germen, nuestra necesidad subyacente, nuestro propósito.
Que la gente cree su propia realidad y para ello deben poder elegir. En este caso, la música.